La Rosa de Jericó es, en realidad, un helecho. Tiene la
particularidad de poder presentarse en dos estados completamente
diferentes: hecha una bolita, pareciendo un simple matojo mustio, cuando
las circunstancias son desfavorables; o con los esporangios extendidos y
de un color verde vivo, cuando encuentra suficiente humedad a su
alrededor. La alternancia entre estas dos fases puede realizarlas en
inmumerables ocasiones durante más de 20 años.
Los ocultistas de todos los tiempos han sabido que esta es una planta
sacra y una de las más mágicas de nuestro mundo. Durante milenios ha
sido utilizada por chamanes y brujos por sus reputadas propiedades
mágicas, y más tarde se ganó un lugar en los laboratorios de los
alquimistas. La Rosa de Jericó absorbe y se alimenta de todo tipo de
energías del lugar donde se encuentra, especialmente de las negativas,
transformándolas en positivas. También se la conoce con el nombre de
doradilla o planta de la resurrección.
Entre los usos mágicos que le han dado las distintas culturas,
destacan la propiedad de bendecir y proteger casas y atraer la suerte,
el dinero y la fortuna a los negocios. Los practicantes del vudú también
la utilizan para atraer dinero y amor. Pero los beneficios de este
auténtico talismán viviente no acaban aquí: los que decidan poner una
Rosa de Jericó en su vida y trabajen con ella, experimentarán mejoras en
su salud, vida en pareja o matrimonial, exámenes, en el trabajo, los
negocios, la prosperidad económica o en la suerte de sus vástagos.
Científicamente, la doradilla se denomina “Selaginella lepidophilla” y
pertenece a la familia de las licopodíneas. Crece prolíficamente en los
extensos prados de los Estados Unidos, y también se la puede encontrar
en algunas zonas del norte de España, oeste de Francia, Bélgica y
Oriente Próximo. Es una molécula de azúcar, denominado trehalosa, la que
le confiere la capacidad de “resucitar”. Otros animales y plantas, como
los tardígrados, también hacen uso de ella para salir de estados de
muerte aparente. Incluso se encuentra en varias algas marinas y hongos,
como la conocida seta shiitake, en los que jugaría un papel esencial en
los procesos de hidratación/deshidratación.
Los griegos la llamaban la planta sagrada de la resurrección, y los árabes rosa de ariha.
Los “hombres medicina” de los indios Hopi buscaban las que nacían
entre las rocas, pues aseguraban que eran las mejores para darle usos
medicinales. No en vano se le reconocen propiedades terapéuticas, en
especial como diurética y para la cura y mejoramiento de heridas.
Para las culturas precolombinas también era una planta sagrada, pues
se han encontrado doradillas en muchas tumbas de jefes y grandes
sacerdotes.
En realidad, no se conoce a ciencia cierta cuándo recibe el nombre de
Rosa de Jericó y por qué se le dio en un momento dado, pues no es
oriunda de esta ciudad palestina, donde ni se la conocía. Se cree no
obstante que la llevaron hasta allí algunos viajeros en los primeros
siglos de la Edad Media (de ahí el nombre que se le daba en esa época,
Rosa Hiericontea). Una vez arribó a Jericó, punto comercial importante
en el que se vendían principalmente hierbas medicinales y aromáticas, se
comenzó a utilizar para bendecir casas y atraer fortuna a los negocios.
A partir de aquí, su fama como planta mágica no hizo más que
extenderse.
Jericó, la ciudad de las palmeras
Su uso en las artes mágicas en el continente asiático se pierde en la
noche de los tiempos. En Europa se empieza a conocer en el siglo XIII.
Se cree que en principio se utilizaba para adivinar el tiempo, por su
gran sensibilidad a los cambios de humedad. Los magos y chamanes
prestaban atención a las rosas de Jericó del desierto. Con la llegada de
la humedad se abrían lentamente, pero si la lluvia era inminente, se
expandían con más rapidez. En ausencia de precipitaciones o tiempo seco
permanecían cerradas.
Los alquimistas y los magos antiguos la acogen en sus laboratorios,
bautizándola con el nombre de “Flor Divina”. Los ocultistas franceses
aseguraban que si una mujer embarazada coloca una doradilla en un vaso
de agua de lluvia y se despliega con ufanía, es señal de que el parto se
llevará a cabo sin mayores complicaciones.
Aún hoy en día se pueden ver en la zona de Balonia (Bélgica) platos o
jarras llenas de doradillas en hogares y comercios públicos. En
Normandía también se pueden observar todavía en algunas iglesias, como
recuerdo de aquella época en la que la magia se fusionaba con la
religión.
Son varias las leyendas que tienen como protagonista a la Rosa de
Jericó. Por ejemplo, una de estas historias nos ha llegado desde la
época medieval: en el siglo XIII, un caballero catalán llamado
Guillaume, perteneciente a la nobleza de Vallespir, regresó de las
cruzadas con varias de estas plantas convencido de las propiedades
mágicas que se le asignaban en Oriente. Al llegar a su tierra se
encuentra con que su hijo había contraído la lepra, la enfermedad más
letal en aquellos tiempos. El caballero, movido por la fe ante tal
triste suceso, decide ir a recoger agua bendita de una iglesia cercana y
poner en ella una Rosa de Jericó. Siguiendo la tradición ocultista de
las novenas, la tuvo allí durante 9 días y después hizo que su hijo se
lavara la cara en esa agua. Según la leyenda, el joven curó casi de
inmediato, lo que dejó perplejos a todos los que allí se encontraban.
Otra leyenda cuenta que cuando Jesús se encontraba orando en el
desierto, una Rosa de Jericó que el viento empujaba a su antojo, quedó
parada a sus pies. Al amanecer, la humedad del ambiente se transformaba
en gotas de rocío que quedaban posadas delicadamente entre las ramas de
la planta. Jesús recogía estas gotas con sus dedos y se las llevaba a
los labios para calmar su sed, después de haber pasado toda la noche
rezando.
Otra leyenda hace referencia a cuando María y José huían de Belén con
el niño Jesús para evitar que Herodes pudiera asesinarlo. Cuando
estaban atravesando las llanuras de Jericó, María se bajó del burro y al
tocar el suelo brotó una Rosa de Jericó para saludar al niño. Dicen que
cuando Jesús murió en la cruz, todas las rosas se marchitaron, y tres
días después, coincidiendo con la resurrección, volvieron a la vida de
nuevo. Otra versión dice que la Rosa surgió como símbolo de la energía
que se difundió especialmente en esa zona al morir el Cristo y derramar
su sangre por nosotros.
En la Biblia se hacen varias referencias a la Rosa de Jericó, de las que entresacamos esta en las que se cita textualmente: “Crecí como palmera en En-Gadi y broté cual rosa de Jericó; como magnífico olivo en la llanura, y crecí como el plátano…” . (Elogio de la sabiduría, capítulo 24, versículo 24).
Mantenimiento de la Rosa de Jericó
Si hemos adquirido una Rosa de Jericó por primera vez, buscaremos un
cuenco, plato hondo o pecera de materiales naturales (barro cocido,
madera, cristal, monterita…) donde colocarla. Los recipientes de
materiales sintéticos no son tan afines y resultan mucho más bastos a la
hora de dejar pasar las energías.
A los tres días, cambiaremos el agua, y a partir de esta vez puede
hacerse cada dos semanas. La primera vez debe ponerse en el agua un
martes o viernes a las nueve de la mañana o tres de la tarde. Esta
operación debe realizarse siempre a la misma hora, tanto la primera vez
que le cambiemos el agua a los tres días como en las veces sucesivas.
También, cada vez que cambiemos el agua o queramos pedir algo en
especial, recitaremos esta oración:
Divina Rosa de Jericó. Por la bendición que de nuestro Señor Jesucristo recibiste, por la virtud que tú encierras y por el poder que se te concedió, ayúdame a vencer las dificultades de la vida, da paz, prosperidad, alegría, salud y felicidad a este hogar en donde tú estás, al igual que a sus moradores, protégelos de cualquier enfermedad y mal. Divina Rosa, todo esto te lo pido en virtud de todo aquello que tú encierras, en y por amor de Cristo Jesús. Amén.
Si el agua se pone turbia los primeros días, es que efectivamente
está ejerciendo su acción vibratoria y purificante del lugar. Es
preferible que permanezca sumergida dentro del recipiente, para lo cual
podemos añadir agua siempre que sea necesario. Si el agua está clara, es
señal de que todo va bien.
El agua, naturalmente, juega un papel primordial, pues en ella vive y
debe “trabajar”. No es recomendable mantenerla con el agua del grifo,
sobre todo si vivimos en una gran ciudad, por la cantidad de sustancias
que trae consigo. Para que la doradilla se encuentre en óptimas
condiciones, utilizaremos agua de pozo, manantial o mineral. Aunque si
pretendemos llevar a cabo algún trabajo mágico recomiendo el agua de
lluvia. Si es recogida en una noche de luna llena mucho mejor, ya que su
magnetismo es elevado y es más poderosa.
Como cuidado adicional, podemos echar dos o tres gotas de aceite
nitratado por quincena en el agua de la Rosa. Este aceite contiene
sustancias nutritivas para nuestra planta, que contribuirán a alargarle
la vida. Es el aceite que se usa también para “vestir” las velas y se
puede encontrar en tiendas esotéricas.
No olvidemos colocarla en un lugar donde le pueda dar la luz del sol, pues como vegetal que es, necesita hacer la fotosíntesis.
No es aconsejable poner más de una doradilla en el mismo recipiente,
ya que cada planta trabaja a su ritmo y por su cuenta, y se
interferirían unas con otras.
Una vez finalizado el ciclo vital de la planta, podemos utilizar los
restos para confeccionar saquitos de la suerte o taures, pues sigue
conservando sus poderes durante bastante tiempo. Para ello, la podemos
mezclar con ruda, muérdago y coriandre o lágrimas de Balaal, que
combinan perfectamente con ella.
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