Despertar por la mañana, levantar la cabeza de la
almohada, poner los pies sobre la alfombra, ir a la cocina, abrir la
alacena y sacar una jarra. Esta rutina, tan común en miles de hogares
cada día,sería muy distinta si en nuestra cultura no tuviéramos una más
que clara influencia de nuestro pasado andalusí.
Son muchos los objetos que usamos a diario que deben su procedencia a
uno de los pueblos que más años estuvieron en la Península y que más
huella dejaron en nuestra cultura, los árabes.
Objetos cotidianos de origen árabe
Un elemento tan importante para nuestro descanso como es la almohada,
debe su procedencia etimológica al árabe. Dos son las teorías al
respecto. Por un lado, hay quien dice que viene del término árabe
“al-mukhádda, que significa mejilla, por lo tanto la almohada sería
donde reposa la mejilla. Otros afirman que es un invento de los
almohades, para quienes la almohada es la extensión de la cabeza. Los
almohades soñaban la península Ibérica. En lengua beréber almohada
sería “la ensuavecida” o “la mullida”, pero sugiere también “el sagrado
destino”. Al dormirse, uno se encomienda a su almohada se dé el sitio
donde Elí ha determinado que se vaya, de modo que así empezará a gozar
de su gloria.
Otro de los elementos más frecuentes en nuestro hogar es la alfombra.
Se sabe de su existencia desde hace más de treinta mil años y debe su
procedencia a la necesidad de evitar la humedad y el frío del suelo.
Pero el origen etimológico de esta palabra se lo debemos a los árabes.
La primera voz procede del árabe “al-jumra ” con el mismo significado,
derivada de la raíz “jmr” que significa cubrir, tapar, relacionada
también con la hoja de palmera, usada por los árabes para este menester.
La segunda teoría sobre su origen hace referencia a “al-húmra” que
posteriormente dio lugar a la forma “alombra” documentada en el siglo
XIV, que se convirtió después en “alhombra” para Covarrubias, quien, en
su “Tesoro” (1611), dice: ” alombra” es lo mismo que tapete. También
alombra significa colorada, porque aunque era de muchos colores, la más
común era la colorada. Con respecto a esto cabe recordar que la palabra Alhambra, debe su etimología árabe de “la roja”, por lo que podría hacerse más segura esta segunda teoría.
En todas las casas tenemos un lugar para guardar los recipientes de
cocina, los alimentos u otros objetos, es lo que conocemos como alacena,
una herencia que también viene de los árabes. El origen deriva del
árabe “mahzan” – “tienda, negocio, depósito” (con artículo “al-mahzan”)
proveniente de verbo “hazana” que signfica “guardar, proteger”.
De este verbo también proviene la palabra árabe “hizana” – “armario”
que dió origen a la palabra castellana “alacena” de “al-hizana”.
Uno de los recipientes que se guardan en la alacena es la jarra.
Tiene su origen también en una palabra árabe “djarrah ” que significa
vasija. Nuestros antepasados andalusíes exportaron esta palabra al resto
de Europa, lo que ha propiciado que medio mundo designara a este objeto
con el mismo nombre. Así, los ingleses llaman a la jarra, “jar”, los
italianos “giara” y los franceses “jarre”.
La aldaba, esa pieza metálica que se coloca en algunas puertas para
llamar golpeando con ella, es otro tesoro heredado del árabe.
Proviene de la palabra “aḍḍabba” que significa “lagarta”.
Inicialmente tenía el significado de “cerrojo”, cuya forma recordaba a
este reptil. En Al Ándalus derivó a una pieza de metal que se utilizaba
para bloquear una puerta por dentro y que cuando ésta permanecía
abierta, quedaba colgada junto a ella. Para Hammam Al Ándalus,
además, tiene un simbolismo muy especial, porque lo asociamos al
placer que nos produce que alguien llame a nuestras puertas, primer paso
para cumplir nuestra vocación de buenos anfitriones.
El origen árabe de estos objetos de nuestra vida cotidiana
son sólo algunas de las más de 4.000 palabras árabes que forman parte
de nuestro vocabulario desde la Edad Media. Persisten hoy en el
castellano, debido a la superioridad cultural y tecnológica que tenían
los andalusíes con respecto a los cristianos. Estas palabras daban
nombre a determinadas técnicas, objetos y situaciones que los cristianos
no conocían. Los cristianos que habitaban el norte de la península
ibérica incorporaron estas palabras directamente a su idioma, ya que no
podían traducirlas.
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