El bocado de la fruta seca, madura primero y deshidratada por los rayos de un sol de justicia después, suponía el plato principal para muchas familias que, al final del día y sobre la alfombra de una haima, compartían el alimento.
Un puñado de dátiles y un vaso de aromático té de menta ha sido, durante miles de años, la forma tradicional en que se recibe y se agasaja al extranjero, para darle la bienvenida, calmar el hambre y quitar la sed del recién llegado.
Hoy las comunicaciones y el desarrollo de la agricultura, la ganadería y la pesca ofrecen otros soportes alimenticios. No obstante, el viajero de paso por Marruecos, podrá muy pronto convenir que en todos los zocos existen enormes puestos, dedicados a mercadear con montañas de variados frutos secos.
En estos puestecillos ambulantes las mujeres adquieren kilos de distintas variedades de pan de higo, higos secos, albaricoques deshidratados, dátiles y frutos secos… frutas que también forman parte de los más delicados platos de la gastronomía local y de los deliciosos placeres que nos depara la repostería marroquí.
De hecho deliciosos guisos de couscous, pastelas y tajines resultarían sosos e inconcebibles sin la deleitosa presencia de estos sabrosos dulces naturales, que adornan y realzan numerosas y coloridas recetas del norte de África.
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